Es en el capital a interés que el capital cobra su forma mas externa y mas fetichista. Aquí nos encontramos con D – D´, dinero que engendra mas dinero, valor que se valoriza a si mismo, sin el proceso intermedio entre ambos extremos. Es el capital terminado, la unidad del proceso de producción y el proceso de circulación, fuente, por tanto, de plusvalía al cabo de un determinado periodo de tiempo. Bajo la forma del capital a interés aparece esto directamente, sin al mediación del proceso de producción y de circulación. La relación social queda reducida aquí a la relación de una cosa, el dinero, consigo misma. En vez de la transformación real y efectiva del dinero en capital solo aparece ante nosotros, aquí, su forma carente de contenido. Como ocurre con al fuerza del trabajo, el valor de uso del dinero aquí se convierte en fuente de valor, de mas valor que el que en el mismo se contiene. El dinero como tal es ya, potencialmente, un valor que se valoriza a si mismo y en calidad de tal se presta, lo cual es la forma de venta que le corresponde a esta peculiar mercancía. El dinero tiene la virtud de crear valor, de arrojar interés, lo mismo que el peral tiene la virtud de arrojar peras. En este caso, fuente de interés lo que el prestamista vende al prestar su dinero.
Mientras que el interés es realmente una parte de la ganancia, es decir, de la plusvalía que el capitalista en activo arranca al obrero, aquí nos encontramos a la inversa, con el interés como verdadero fruto del capital, como lo orgánico, y con la ganancia, transfigurado bajo la forma de ganancia del empresario, como simple accesorio. El fetichismo del capital y la idea de capital como un fetiche aparecen consumados aquí. En la formula D – D´ tenemos la forma mas absurda del capital, la inversión y la materialización de las relaciones de producción elevadas a la mas alta potencia: La forma interés, la forma simple del capital, antepuesta a su mismo proceso de reproducción; la capacidad de dinero o, respectivamente, de la mercancía, de valorizar su propio valor independientemente de la reproducción, la mistificación capitalista en su forma mas descarada.
Para la economía vulgar, que pretende presentar el capital como fuente independiente de valor, esta forma es, naturalmente un magnifico hallazgo, la forma en que ya no es posible identificar la fuente de ganancia y en el resultado del proceso capitalista de reproducción cobra existencia independiente.
Es en el capital-dinero donde el capital en mercancía cuya cualidad de propia valorización tiene un precio fijo, plasmado en el tipo de interés vigente en cada momento.
El capital-dinero a interés. En primer lugar, mediante su existencia constante como dinero, forma en que se esfuman todas las determinaciones de la misma y se tornan invisibles sus elementos reales. En el proceso de reproducción del capital, la forma dinero constituye una forma llamada a desaparecer, una simple fase de transición. En cambio en el mercado de capital siempre existe bajo esa forma. En segundo lugar, la plusvalía engendrada por el, que aquí vuelve a presentarse bajo la forma dinero, se le antoja como algo que a el mismo le corresponde.
En el capital a interés aparece consumada la idea de capital-fetiche, la idea que atribuye al producto acumulado del trabajo plasmado como dinero la virtud, nacida de una misteriosa cualidad innata, de crear automáticamente plusvalía en una progresión geométrica, de tal modo que este producto acumulado del trabajo a descontado ya desde hace mucho tiempo toda la riqueza de la tierra presente y futura como algo que por derecho le corresponde. El mismo producto del trabajo pretérito se halla según esto fecundado con un fragmento de trabajo sobrante vivo presente o futuro. Sabemos, sin embargo, en primer lugar, que en realidad la conservación y también, por tanto la reproducción del valor de los productos del trabajo pretérito solo es fruto de su contacto del trabajo vivo; y en segundo lugar, que la posibilidad de que los productos del trabajo sobrante vivo solo se mantiene mientras se mantiene la relación del capital, es decir, esta relación social determinada en que el trabajo pretérito se enfrenta de un modo independiente y despótico al trabajo vivo.
Mientras que el interés es realmente una parte de la ganancia, es decir, de la plusvalía que el capitalista en activo arranca al obrero, aquí nos encontramos a la inversa, con el interés como verdadero fruto del capital, como lo orgánico, y con la ganancia, transfigurado bajo la forma de ganancia del empresario, como simple accesorio. El fetichismo del capital y la idea de capital como un fetiche aparecen consumados aquí. En la formula D – D´ tenemos la forma mas absurda del capital, la inversión y la materialización de las relaciones de producción elevadas a la mas alta potencia: La forma interés, la forma simple del capital, antepuesta a su mismo proceso de reproducción; la capacidad de dinero o, respectivamente, de la mercancía, de valorizar su propio valor independientemente de la reproducción, la mistificación capitalista en su forma mas descarada.
Para la economía vulgar, que pretende presentar el capital como fuente independiente de valor, esta forma es, naturalmente un magnifico hallazgo, la forma en que ya no es posible identificar la fuente de ganancia y en el resultado del proceso capitalista de reproducción cobra existencia independiente.
Es en el capital-dinero donde el capital en mercancía cuya cualidad de propia valorización tiene un precio fijo, plasmado en el tipo de interés vigente en cada momento.
El capital-dinero a interés. En primer lugar, mediante su existencia constante como dinero, forma en que se esfuman todas las determinaciones de la misma y se tornan invisibles sus elementos reales. En el proceso de reproducción del capital, la forma dinero constituye una forma llamada a desaparecer, una simple fase de transición. En cambio en el mercado de capital siempre existe bajo esa forma. En segundo lugar, la plusvalía engendrada por el, que aquí vuelve a presentarse bajo la forma dinero, se le antoja como algo que a el mismo le corresponde.
En el capital a interés aparece consumada la idea de capital-fetiche, la idea que atribuye al producto acumulado del trabajo plasmado como dinero la virtud, nacida de una misteriosa cualidad innata, de crear automáticamente plusvalía en una progresión geométrica, de tal modo que este producto acumulado del trabajo a descontado ya desde hace mucho tiempo toda la riqueza de la tierra presente y futura como algo que por derecho le corresponde. El mismo producto del trabajo pretérito se halla según esto fecundado con un fragmento de trabajo sobrante vivo presente o futuro. Sabemos, sin embargo, en primer lugar, que en realidad la conservación y también, por tanto la reproducción del valor de los productos del trabajo pretérito solo es fruto de su contacto del trabajo vivo; y en segundo lugar, que la posibilidad de que los productos del trabajo sobrante vivo solo se mantiene mientras se mantiene la relación del capital, es decir, esta relación social determinada en que el trabajo pretérito se enfrenta de un modo independiente y despótico al trabajo vivo.
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