Después de que los jesuitas fueron expulsados la educación sufrió las consecuencias, ya que estos ocupaban un lugar muy importante en el campo educacional. En todas partes se reclamaban instituciones que continúen la labor realizada por la compañía. El 9 de julio de 1769 se expide la Real Cedula por la cual se establece la junta de aplicaciones cuya función consistía en fijar el destino de los colegios, casas y bienes de la extinta compañía. El 15 de junio del año siguiente se instala en lima dicha junta y el 7 de julio del mismo año se firma el acta de instalación. Esta sería el acta de fundación del Real Convictorio de San Carlos. La Junta de Temporalidades compuesta por el virrey Amat y Juniet, el arzobispo de lima Mons. Antonio de la Parada, por el oidor de la Real Audiencia D. Domingo Orrantia, por el Protector de Indios Conde de Villanueva del Soto, y por D. Jerónimo Manuel de Ruedas, Fiscal del Crimen de la Real Audiencia, decide que se disponga de las casa y colegios de la extinta compañía para el bien de la educación de los jóvenes, cumpliendo de esta manera con lo establecido en las Reales Ordenes del 25 de octubre de 1768 . La primera medida consistió en que dado el escaso numero de estudiantes del colegio San Martin trasladarlos al antiguo noviciado jesuita y que las rentas de los colegios San Felipe y San Martin pasen al nuevo establecimiento, así como la pensión del colegio de San Pablo y que dicho nuevo establecimiento para perpetuar el real nombre de su majestad se llame en adelante Real Convictorio Carolino de San Carlos.
A fines del siglo XVIII, San Carlos pertenecía a la jurisdicción del Cuartel IV, Barrio IX; pero a comienzos del siglo XIX estaba considerado en el Barrio X, formado por “la calle de Guadalupe, el Campanario del Noviciado, la Calle de San Buenaventura, la calle de San Juan Nepomuceno, la del Cascajal, la de Ortiz, Juan Simón, Puerta Falsa de Belén y el Barrio de la Venturosa”[1] . Por entonces, el virrey Gil de Taboada y Lemus (1790-1796) quitó a San Carlos la huerta que daba a la Casa de la Chacarilla, lugar dedicado al necesario esparcimiento de su Colegiales. El traslado y la ocupación del noviciado solo se harían a mediados del mes de enero de 1771. Mientras tanto la junta redacta los nuevos estatutos, nombra al rector, a los vicerrectores, uno por el colegio de San Martin y otro por el de San Felipe, a los maestros y al protector del colegio Canónigo Domingo Orrantia. El 17 o 18 debió instalarse el nuevo colegio.
Con una plana jerárquica, con los pocos alumnos que quedaban del San Martin y con las rentas que le fija la Junta de Aplicaciones, el colegio empieza a marchar.
San Felipe tenía cinco encomiendas, todas ellas pasaron al Convictorio de San Carlos. Estas encomiendas eran las de Huambo en Cajamarca, la de Pasco, la de La Paz, la de Chumbivilcas y Parinacochas y la de Carangas trasladada después a Oruro.
Del colegio San Martin pasaron el importe de doce becas fundadas por el Rey, un impuesto a la hacienda “cóndor” de Pisco en poder de los oratorianos, algunos alquileres y otros impuestos que no se lograron materializar.
RECTORES
a) José Lasso y Mogrovejo
El primer rector fue el Dr. José Lasso y Mogrovejo fue nombrado el 14 de enero de 1771. El 7 de febrero del mismo año se aprueban las distribuciones y reglas que han de observarse interinamente en el Convictorio de San Carlos.
En las distribuciones se habla las vacaciones y el horario que en ellas se debe seguir, la vida espiritual de los estudiantes el rezo del rosario, de los días de comunión, de la educación que debe reinar entre los estudiantes; se prohíben las palabras injuriosas, los juramentos, el juego, el cigarro; se castiga duramente la deshonestidad, el hurto, y se establecen reglas para el estudio y demás asuntos convenientes a la buena marcha de un colegio.
El rectorado de Lasso y Mogrovejo fue satisfactorio, puesto que doto a San Carlos de los instrumentos necesarios para su desenvolvimiento; pero su gestión fue corta, tal vez a causa de los problemas personales que debía afrontar: sostenía un entredicho con el arzobispo por excederse en un permiso concedido. Después de su renuncia al rectorado lo encontramos de Chantre en la Catedral de Trujillo en 1772, y luego de Arcediano de la misma diócesis; allí de nuevo tuvo problemas con el obispo Mons. Francisco Javier Luna Victoria.
b) Francisco Arquellada y Sacristán
El 1 de abril de 1772 fue nombrado el Dr. Francisco Arquellada y Sacristán. Gobierna el Convictorio por el tiempo de catorce años. Era peninsular; llegó antes de 1757por que ese año se graduó en cánones en San Marcos; en 1760 se le nombro cura de la iglesia de San Marcelo; en 1775 era ya canónigo de la Catedral Metropolitana; en 1789 fue tesorero de la misma; en 1796 fue Chantre de la Catedral. Falleció en 1801.
Cuando fue rector de San Carlos se le pidió razón de lo que necesitaba el colegio para una subsistencia cómoda, debiendo proceder el Rector en materia tan importante con prudencia y verdad, se excedió al decir que el colegio necesitaba un aumento de diez mil pesos anuales. Tan exorbitante cantidad obligo a que se le pidiese una razón exacta de entradas y gatos. Parece que el rector Arquellada no pudo precisar y justificar las partidas pedidas y se quedo sin ellas.
Se le achaca, además, al rector Arquellada el haber tomado con indiferencia la propuesta de cambiar la cátedra de cánones por la de historia eclesiástica, sepultando en el olvido semejante proyecto.
El 9 de febrero de 1785 Arquellada hace gestiones para que se establezca que las fincas que fueron del colegio San Martin no pertenezcan a los bienes ocupados por los regulares ocupados por la Compañía de Jesús sino al colegio Carolino. El 16 de agosto de 1786 renuncia Arquellada y el 17 del mes siguiente parece que se le hace un acto al cual no concurre Rodríguez de Mendoza alegando enfermedad.
c) Toribio Rodríguez de Mendoza
El 16 de agosto de 1786 se nombra como interino a D. Toribio, y el 26 de enero de 1788 fue confirmado en su cargo como propietario. Refiriéndose a los tiempos de Rodríguez de Mendoza, Jorge Guillermo Leguía ha hecho una descripción, que puede servir para una mejor comprensión de los documentos sobre el tema y una más adecuada intuición del local, cuyo tenor es como sigue: “En la parte meridional de la ciudad; en la calle, que en dirección a la portada de Matamandinga o Guadalupe, seguía a la de Nuestra Señora de los Huérfanos; circundada por muros elevados, levantábase la Casa de Probación de San Antonio Abad, que conocían todos los limeños con el nombre de Noviciado e los Jesuitas. Macizo, amplio, lleno de luz, era el edificio. En el lado de la calle del Noviciado, y paralelos a ella, se extendían dos dilatados patios, llamados el exterior, de los Naranjos, había otro patio, que se denominaría de los Manteístas o Capistas[2] en los días de Bartolomé Herrera. A estos patios daban las puertas labradas de las espaciosas estancias de los hermanos de la Compañía, alumbradas y ventiladas por sendas ventanas teatinas que absorbían las brisas frescas del sur. En el centro de cada patio erigíase, una pila, en cuya fuente murmuraba perennemente el agua con que se regaba las plantas y flores circundantes. Dominando los claustros, y comprendida entre el ángulo diedro formado por el patio de los Naranjos y de los Manteístas, surgía la mole de la pequeña Iglesia de San Carlos, cuya rechoncha torre cuadrada presentaba sus bronces resonantes frente a la calle denominada Gallinazo o Monzón. Rodeado la casa y la iglesia de los Jesuitas por norte, oriente y mediodía se hallaba la huerta de los hermanos de Loyola”[3] . Hasta aquí J.G. Leguía.
1. La Visita de Manuel Pardo y Rivadeneyra
La época de mayor prestigio del Convictorio Carolino fue durante el Rectorado de Don Toribio Rodríguez de Mendoza (desde fines del siglo XVIII hasta comienzo del siglo XIX). Existe una muy importante descripción del edificio, al efectuarse un “reconocimiento del Colegio”, el día ocho de noviembre de 1815. De acuerdo con un oficio del día anterior, hizo la Visita el Dr. Don Manuel Pardo Rivadeneyra, Regente de la Audiencia del Cusco, acompañado por su Secretario. Lo recibió el Rector, pero por indisposición suya acompañó a los visitantes oficiales el Vice-rector Dr. Matías Pastor. De inmediato “pasó a hacer el reconocimiento de lo material del expresado Colegio, a cuya entrada[4] se presenta un claustro de regular extensión, con altos, a la derecha del cual se halla una pieza de bastante capacidad que abraza casi todo el ángulo, destinado a Biblioteca, complementándolo una entrada a la Iglesia, y otra a la Sacristía que llaman del Noviciado; en el ángulo siguiente se hallan dos piezas de bastante capacidad, ocupada por el Vice–Rector del Colegio: en el tercer ángulo se presenta primero la entrada a los claustros interiores, y luego habitaciones de Colegiales de regular capacidad hasta el cuarto ángulo que acaba en la escalera del claustro de arriba cuyos tres ángulos contiene habitaciones para colegiales, y el del frente una de bastante capacidad destinada para el Rector, la que concluye con una escalera reservada que termina en el Pórtico que se halla a la entrada del tercer ángulo de abajo: Este se abre en un claustro, sin altos de bastante extensión, y a la derecha de su entrada principal con el pasaje a otro segundo claustro del mismo tamaño; están divididos estos dos claustros por la capilla, y Sacristía del Colegio, bien aseada, y con capacidad. El tercer ángulo del primer claustro concluye con una portada que se abre en un patio pequeño con su Pila de Piedra en medio y da comunicación a la cocina, y oficinas que corresponden a sus lados e interiores, y también a otra Portada de Refectorio que ocupa todo el ángulo cuarto de este claustro primero con el que tiene asimismo comunicación: Los demás ángulos de uno y otro claustro están llenos de habitaciones pequeñas. Al principio del tercer ángulo de dicho claustro está la entrada a un claustro pequeño bastante demolido y ruinoso, que tiene algunas celdas pequeñas y cuatro Aulas muy cortas, incómodas, y sin asientos casi, el de la izquierda de sus cuatro ángulos no tiene habitación alguna, y el del frente termina en una Aula de regular capacidad decente, y con sillería para los actos y funciones de Pompa del Colegio”[5] . Hasta aquí el texto de la visita de 1815.
Pardo reconoce que la supresión de los recursos a redundado en la ruina del colegio, yal haber destinado las rentas del Real Convictorio las campañas del alto Perú, una vez restablecida s las contribuciones no aumentaba considerablemente los fondos castrenses en tanto desaparecía el casi único establecimiento dedicado a la educación de la nobleza del Perú, acreedor en todos los tiempos y señaladamente en estos a todas las consideraciones del gobierno.
Pardo modifica el plan de estudios introduciendo algunos cambios en las constituciones anteriores y dando mas poder al ministro Protector del establecimiento, quien será el verdadero sensor para instruir al superior gobierno de los abusos y excesos que su providencia no haya podido remediar. En la nota quinta señala lo siguiente:”tampoco descuidará en ellos (los estudiantes) inspirarles el amor a la patria, no aquel amor al suelo donde cada uno ha nacido tan común en los gobiernos mas corrompidos, como en los mas perfectos, sino aquel decidido interés que debe tener todo ciudadano conservación de un gobierno, y de unas leyes cuya sabiduría y justificación asegura el goce tranquilo de los preciosos derechos de su fortuna, de su honor, y de su persona, y el que exaltado ha producido aquellos prodigios efectos, que admiramos en la historia de algunos pueblos a que ejerzan siempre fabulosos los que desconocen este sagrado fuero”.
Pardo llega a la conclusión de que en San Carlos el Perú se estaba convirtiendo en patria, lo que llevaría a que los estudiantes lo consideraran como su patria, perdiendo así su unidad la única nación española.
El 12 de mayo de 1817 D. Toribio presenta su renuncia ante el Virrey Pezuela; el 31 del mismo mes es aceptada y se nombra a su remplazo al P. Carlos Pedemonte y Talavera, de la congregación del oratorio. Con las renuncia de D. Toribio se cierra un periodo de la historia del convictorio. Sin rentas en medio de las turbulencias de los tiempos, Pedemonte no puede solucionar las dificultades del establecimiento; tampoco lo podrá hacer su sucesor el Dr. José Cavero Salazar, también carolino. Habrá que esperar el rectorado de Bartolomé Herrera para que San Carlos vuelva a recuperar su sitial en la vida intelectual del Perú.
[2] A éste se le llamó también patio “de los Machos”.
[3] EL PRECURSOR por J. G. Leguía, PP. 8-9.
[4] La entrada principal era por la Plazuela de San Carlos, en cuya parte alta estaban las habitaciones del Rector.
[5] VISITA DE SAN CARLOS, Rev. Histórica, T. XVII, pp. 195-96. Publicado por Raúl Porras Barrenechea.